Nuestras ancestras, las grandes tecnólogas
Los niños siempre dicen la verdad… pero la fuente más autorizada para opinar sobre la salud propia y la de los demás son, sin duda, las abuelas. ¿A quién no nos mandaron a dormir alguna vez “para crecer” o nos dijeron “come con pan sino la comida te va a caer mal”?. Además, de deleitarnos con postres (y torres de caramelos), siempre sabrán ofrecernos el remedio justo para el dolor de garganta, la tos o el mal de amores.
Seguramente los remedios y recetas abuelísticas vienen de una larguísima tradición de prueba y error: antiguamente la mejor farmacia o supermercado fue siempre la naturaleza. Tal es así, que en la búsqueda permanente de las propiedades insospechadas de las plantas y bichos, los remedios y recetas caseras de las abuelas nos han dejado de legado las tiradas de cuerito, la cura del empacho o el mal de ojo, la sopa de pollo, las barras de azufre y el clavo de olor para los dolores de muela, y las recetas más ricas de todas.
Cocineras y tecnólogas
En la antigüedad no había productos de limpieza que hicieran brillar los platos y ollas con estrellitas plateadas, ni paños milagrosos para desinfectar superficies, ni cajitas con pre-mezclas para elaborar biscochuelos esponjosos agregando una cucharada de agua y dos huevos. Nada de eso. Nuestras ancestras eran especialistas en la confección de una enormidad de productos para la casa, y muchas convirtieron sus cocinas en laboratorios caseros. En general, estas “cosas de mujeres” eran guardadas celosamente y transmitidas de generación en generación como “secretos de familia”. Gracias a estos descubrimientos se ha desarrollado variedades de tecnologías. Es decir, nuevos productos tecnológicos que satisficiera necesidades y solucionaran los problemas cotidianos de las familias.
Conozcamos a algunas de estas recetas secretas transmitidas a lo largo del tiempo por las tías, hermanas, madres, primas, vecinas y abuelas de los chicos y chicas de 4°B
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